Las moléculas nitrogenadas, como las cannabisinas y la hordeína, ofrecen nuevas hipótesis sobre la sinergia entre los cannabinoides, los terpenos y otros compuestos, redefiniendo la interacción bioquímica de la planta
La planta Cannabis Sativa L. se describe a menudo como una especie de sofisticada fábrica bioquímica, capaz de producir una extraordinaria variedad de compuestos. En el imaginario colectivo y en gran parte de la literatura científica, hay dos familias de moléculas que tienen efecto: los cannabinoides, como el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD), que determinan sus principales efectos fisiológicos y psicoactivos, y los terpenos, compuestos aromáticos que definen su aroma y contribuyen a modular sus matices de acción.
Sin embargo, esta visión, por muy precisa que sea, no tiene en cuenta los alcaloides. Durante décadas, el cannabis se ha considerado una excepción en el mundo botánico, una de las pocas plantas con efectos sobre el ser humano aparentemente desprovista de esta clase de compuestos. Descubrimientos recientes han desmentido esta creencia y han abierto un nuevo y fascinante capítulo en la comprensión del fitocomplejo del cannabis.
Este artículo pretende explorar, de forma autorizada y exhaustiva, qué son los alcaloides, cuáles se han identificado en el cannabis y cómo su presencia podría redefinir nuestra comprensión de sus efectos, ofreciendo a los interesados en el tema una visión científica completa y avanzada.
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¿Qué son los alcaloides del cannabis?
Los alcaloides representan una clase amplia y heterogénea de metabolitos secundarios producidos por las plantas. Desde el punto de vista químico, se caracterizan por la presencia de al menos un átomo de nitrógeno dentro de una estructura cíclica. Este átomo de nitrógeno les confiere propiedades básicas (alcalinas) y, sobre todo, una notable reactividad biológica, que provoca efectos fisiológicos relevantes en los organismos animales. Se estima que alrededor del 20 % de todas las especies vegetales producen alcaloides, a menudo como mecanismo de defensa contra herbívoros y patógenos. Su potencia es legendaria: la morfina del adormidera, la estricnina de la nuez vómica, la quinina de la corteza de quina, la cafeína de los granos de café y la nicotina de las hojas de tabaco son ejemplos de alcaloides que han marcado la historia de la farmacología y la cultura humana. La idea de que el cannabis, una planta con una influencia tan profunda en el ser humano, no participara en este gran juego químico siempre ha sido una anomalía científica. La resolución de este enigma llegó tras un análisis minucioso de partes de la planta que durante mucho tiempo se habían descuidado.
El punto de inflexión se produjo entre los años 70 y 80, cuando grupos de investigación pioneros decidieron desviarse de los análisis convencionales, centrados en las puntas y las hojas, para investigar la composición química de las raíces y las semillas de la Cannabis Sativa L. Fue en estos tejidos donde, mediante meticulosas técnicas de extracción y análisis cromatográfico, se aislaron por primera vez moléculas nitrogenadas con las características típicas de los alcaloides. Este descubrimiento refutó décadas de dogmas científicos y abrió las puertas a un nuevo campo de estudio, demostrando que la «farmacia» del cannabis era aún más rica y compleja de lo que se había imaginado.
Cannabisinas: el grupo de alcaloides específico del cannabis
El resultado más significativo de estas investigaciones fue la identificación de un grupo de alcaloides que nunca se habían encontrado en ninguna otra especie vegetal, bautizados, apropiadamente, como «cannabisinas». Estos compuestos, entre los que se encuentran la cannabisina A, B, C y D, pertenecen a una subclase química bastante rara, la de los alcaloides espermidínicos. Su estructura molecular es bastante compleja y tiene su origen en la biosíntesis que une una amina polivalente, la espermidina, a varios ácidos fenólicos como el ácido p-cumárico. La espermidina es una molécula esencial para el crecimiento celular en casi todos los organismos vivos, incluido el ser humano, y su incorporación a una estructura alcaloide es un acontecimiento bioquímico de gran interés.
Aunque su concentración total en la planta es muy baja, sobre todo si se compara con la del THC o el CBD en las flores, su singularidad y sus posibles propiedades biológicas los hacen muy importantes. Las primeras investigaciones in vitro, realizadas en líneas celulares, sugieren que las cannabisinas podrían tener propiedades citotóxicas selectivas contra algunas líneas tumorales y, sobre todo, potentes efectos antiinflamatorios. Esto nos lleva a pensar que las cannabisinas podrían tener propiedades terapéuticas independientes del sistema endocannabinoide, actuando, por ejemplo, sobre la modulación de las citoquinas u otras vías inflamatorias.https://www.justbob.es/thc-donde-se-encuentra-planta-cannabis
Anhidrocanabisin: un alcaloide estrechamente relacionado con las cannabisinas
En la misma línea de investigación que condujo al descubrimiento de las cannabisinas, se aisló otro alcaloide estrechamente relacionado: el anhidrocanabisin. Como sugiere el prefijo «anhidro», su estructura es similar a la de otras cannabisinas, pero con una molécula de agua menos, resultado de un proceso de ciclación interna.
También se ha encontrado principalmente en las raíces y, aunque en cantidades aún menores, su existencia ha proporcionado una prueba adicional y decisiva de la capacidad del cannabis, incluido el cáñamo CBD, para sintetizar alcaloides complejos y únicos. Su función biológica específica aún se está estudiando, pero es razonable suponer que comparte algunas de las propiedades antiinflamatorias y antioxidantes de sus parientes más conocidos. El descubrimiento de toda una familia de alcaloides específicos, en lugar de un único compuesto aislado, indica la existencia de una «vía» biosintética dentro de la planta que la evolución ha seleccionado y mantenido.
Cannabis: hordenina y otros alcaloides no exclusivos
Además de los alcaloides únicos, análisis más recientes y exhaustivos han revelado la presencia en el cannabis de trazas de alcaloides más comunes en el reino vegetal.
Entre ellos, el más estudiado es la hordenina (N,N-dimetiltiramina), un compuesto que pertenece a la familia de las feniletilaminas y es famoso por ser abundante en la cebada germinada (Hordeum vulgare), pero también se encuentra en varias especies de cactus psicoactivos y acacias. La hordeína es conocida por sus propiedades estimulantes del sistema nervioso central: actúa principalmente como un inhibidor selectivo y reversible de la enzima monoaminooxidasa B (MAO-B), responsable de la degradación de neurotransmisores como la dopamina. Al inhibir esta enzima, la hordenina puede aumentar los niveles de dopamina en el cerebro; además, también promueve la liberación de noradrenalina, otro neurotransmisor relacionado con la energía y el estado de alerta.
La presencia de hordenina en el cannabis, aunque mínima, es fascinante: en teoría, podría contribuir, de forma muy sutil, a modular la experiencia global, quizá contrarrestando los efectos más sedantes de algunos terpenos o añadiendo un ligero componente energético y eufórico. Su identificación, junto con la de otros restos de aminas biogénicas, demuestra que el cannabis no es una isla química, sino que comparte algunas vías metabólicas con una amplia gama de otras plantas.
La influencia de los alcaloides: hacia un «efecto séquito» más profundo
Teniendo en cuenta sus bajas concentraciones, está claro que los alcaloides no pueden ser los principales responsables de los efectos macroscópicos e inmediatos del cannabis. Sería un error atribuirles un papel comparable al del THC. Probablemente, su efecto es sinérgico al de otros compuestos, lo que nos lleva a ampliar la famosa teoría del llamado «efecto séquito».
Tradicionalmente, este concepto describe cómo los fitocannabinoides y los terpenos interactúan para producir un efecto global superior a la suma de sus partes individuales. La inclusión de los alcaloides en esta ecuación añade un tercer nivel fundamental de interacción, creando un «entourage 2.0». Las modalidades de esta sinergia pueden ser múltiples. En primer lugar, los alcaloides pueden ejercer efectos biológicos independientes que se suman a los de otros compuestos; por ejemplo, la actividad antiinflamatoria de las cannabisinas podría sumarse a la del CBD y del terpeno beta-cariofileno, creando un potente cóctel natural para el tratamiento de la inflamación. En segundo lugar, podrían actuar como moduladores alostéricos, uniéndose a un receptor en un sitio diferente al del cannabinoide y alterando su forma, potenciando o inhibiendo así la unión y la eficacia del propio cannabinoide. Por último, alcaloides como la hordeína podrían influir en el metabolismo de otros compuestos, inhibiendo las enzimas que los degradarían y prolongando así su duración en el organismo.
Alcaloides del cannabis: investigación y perspectivas futuras
El campo de los alcaloides del cannabis sigue siendo en gran parte inexplorado, una frontera de la fitoquímica llena de promesas. Los retos para la investigación son diversos: la baja concentración de estos compuestos hace que su extracción, aislamiento y purificación sea un proceso laborioso y costoso, que requiere técnicas analíticas altamente sensibles.
Además, el hecho de que se encuentren principalmente en las raíces y semillas significa que no están presentes, salvo en trazas infinitesimales, en la mayoría de los extractos comercializados, que se obtienen casi exclusivamente de las flores. Esto explica por qué no aparecen en los certificados de análisis habituales de los productos a base de cáñamo legal.
Sin embargo, las perspectivas de futuro son prometedoras y se mueven en varios frentes. En farmacología, el aislamiento y la posterior síntesis de los cannabisinos podrían conducir al desarrollo de una nueva clase de fármacos antiinflamatorios o agentes quimioterapéuticos con mecanismos de acción innovadores. En agronomía, el conocimiento de estas vías biosintéticas podría permitir el desarrollo, mediante selección o ingeniería genética, de nuevas variedades de cáñamo legal (es decir, marihuana sin THC) seleccionadas tanto por su perfil de cannabinoides y terpenos como por el de alcaloides específicos, creando así materias primas para productos aún más específicos y eficaces. La investigación futura deberá centrarse en estudios preclínicos in vivo (en modelos animales) y, finalmente, en estudios clínicos en humanos para validar las posibles aplicaciones terapéuticas y comprender plenamente su farmacocinética y farmacodinámica.
Más allá de los alcaloides: todos los compuestos del cannabis sativa
Aunque el descubrimiento de los alcaloides ha añadido un nuevo y fascinante nivel de complejidad a nuestra comprensión de la Cannabis Sativa L., su extraordinaria riqueza química se basa en otras clases de compuestos más conocidos y abundantes que actúan en sinergia. En la cima de esta pirámide molecular se encuentran sin duda los cannabinoides, un grupo de más de 150 compuestos terpenofenólicos que son la «verdadera» firma química de la planta y los principales responsables de su profunda interacción con el sistema endocannabinoide humano. Además de los ya mencionados titanes de la categoría, el tetrahidrocannabinol (THC), conocido por sus propiedades psicoactivas, y el cannabidiol (CBD), apreciado por su amplio potencial terapéutico, su acción está profundamente influenciada por una constelación de «cannabinoides menores».
Entre ellos, el cannabigerol (CBG), a menudo denominado «la célula madre de los cannabinoides» por ser un precursor bioquímico, está emergiendo por sus propiedades antibacterianas y neuroprotectoras. Del mismo modo, el cannabinol (CBN), un producto de la degradación oxidativa del THC, es objeto de un creciente interés por sus potenciales propiedades sedantes, mientras que el cannabicromeno (CBC) muestra en estudios preliminares una interesante afinidad con los receptores implicados en la percepción del dolor. Junto a esta potente familia actúan los terpenos (o terpenoides), compuestos orgánicos volátiles que confieren a cada variedad de cannabis su perfil aromático inconfundible, desde el aroma a pino del pineno hasta el cítrico del limoneno. Lejos de ser simples aromas, los terpenos son moléculas biológicamente activas que contribuyen de manera decisiva al efecto séquito. El mirceno, por ejemplo, no solo es conocido por sus propiedades relajantes, sino que se cree que puede aumentar la permeabilidad de la barrera hematoencefálica, potenciando el acceso de los cannabinoides al cerebro.
El beta-cariofileno, por su parte, posee la capacidad única de actuar tanto como terpeno como cannabinoide, uniéndose directamente a los receptores CB2 para ejercer una potente acción antiinflamatoria. Completan este fitocomplejo los flavonoides, una clase de polifenoles omnipresentes en el reino vegetal, responsables de la pigmentación y dotados de notables propiedades antioxidantes y protectoras. En el cannabis, además de conferirle los sugerentes matices violáceos a través de las antocianinas, encontramos flavonoides exclusivos como las cannaflavinas A y B, moléculas cuya actividad antiinflamatoria, en algunos estudios in vitro, ha resultado ser hasta 30 veces más potente que la de la aspirina. Es, por tanto, la interacción dinámica y sinérgica de todas estas familias —cannabinoides, terpenos, flavonoides y, como hemos visto, también trazas de alcaloides— la que define el verdadero potencial de la planta, una armonía química cuya plena comprensión puede ampliar aún más las fronteras de la investigación científica moderna.
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Una sinfonía química aún por descifrar: el papel de los alcaloides en el Cannabis Sativa
En conclusión, el universo químico del Cannabis Sativa L. resulta ser aún más rico y multifacético de lo que se creía durante mucho tiempo. Los alcaloides, de grandes ausentes a protagonistas emergentes, son una pieza fundamental para completar el mosaico del fitocomplejo de la planta.
Aunque no son los protagonistas principales en el escenario, compuestos únicos como las cannabisinas y huéspedes como la hordenina son coprotagonistas que participan activamente en la «sinfonía química» de la planta. Su presencia enriquece y modula el efecto séquito, añadiendo profundidad y nuevas posibilidades al perfil del cannabis. Para el aficionado que quiere documentarse, reconocer el papel de los alcaloides significa mirar la planta con nuevos ojos, apreciándola no solo por sus compuestos más famosos, sino como un organismo botánico de extraordinaria complejidad, cuyo pleno potencial aún está por descubrirse por completo.
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Alcaloides del cannabis: takeaways
- Durante décadas, el cannabis se ha considerado una excepción en el mundo botánico, ya que se creía que carecía de alcaloides; sin embargo, descubrimientos recientes han demostrado la presencia de estas moléculas, lo que abre nuevas perspectivas para comprender su compleja química y sus efectos. Este cambio de paradigma es el resultado de un análisis más profundo de las raíces y las semillas de la planta, tejidos que anteriormente se habían descuidado;
- Las «cannabisinonas» son un grupo de alcaloides descubiertos exclusivamente en Cannabis Sativa L. A pesar de su baja concentración, las primeras investigaciones in vitro sugieren que podrían tener propiedades citotóxicas selectivas contra algunas líneas tumorales y potentes efectos antiinflamatorios, actuando independientemente del sistema endocannabinoide;
- Además de las cannabisinas, se han detectado trazas de otros alcaloides más comunes en el cannabis, como la ordenina. Este compuesto, conocido por sus propiedades estimulantes sobre el sistema nervioso central (aumentando los niveles de dopamina y noradrenalina), podría, aunque en mínima medida, modular la experiencia global del cannabis, añadiendo un ligero componente energético y eufórico;
- La inclusión de alcaloides en el fitocomplejo del cannabis enriquece y profundiza la teoría del «efecto séquito», creando un «séquito 2.0». Estos compuestos pueden actuar en sinergia con los cannabinoides y los terpenos, ya sea ejerciendo efectos biológicos independientes que se suman, ya sea modulando la actividad de otros compuestos o influyendo en su metabolismo.
- La investigación sobre los alcaloides del cannabis aún se encuentra en una fase incipiente y presenta retos importantes, principalmente debido a sus bajas concentraciones. A pesar de ello, las perspectivas de futuro son prometedoras: se podría llegar al desarrollo de nuevas clases de fármacos y a la obtención de nuevas variedades de cáñamo legal con perfiles alcaloides específicos.
Alcaloides del cannabis: FAQ
¿Qué son las cannabisinas y por qué son importantes?
Las cannabisinas son un grupo de alcaloides descubiertos exclusivamente en la planta Cannabis Sativa L. Pertenecen a la subclase de los alcaloides espermidínicos y, aunque se encuentran en concentraciones muy bajas, se han identificado como compuestos con posibles propiedades antiinflamatorias y citotóxicas selectivas contra algunas líneas celulares tumorales. Su descubrimiento ha añadido una nueva dimensión a la comprensión del fitocomplejo del cannabis.
¿Qué papel desempeña la ordenina en el cannabis?
La ordenina es un alcaloide más común en el reino vegetal que también se ha encontrado en el cannabis en cantidades mínimas. Conocida por sus efectos estimulantes sobre el sistema nervioso central, puede aumentar los niveles de dopamina y noradrenalina. Su presencia en el cannabis podría añadir un sutil componente energético y eufórico.
¿Cómo influyen los alcaloides en la teoría del efecto séquito?
La inclusión de alcaloides como las cannabisinas y la ordenina en el perfil químico del cannabis amplía la teoría del efecto séquito, que originalmente se centraba en la sinergia entre los cannabinoides y los terpenos. Estos compuestos pueden ejercer efectos biológicos propios, modular la actividad de otros componentes o influir en su metabolismo, creando así un «efecto séquito 2.0» más complejo y profundo.