Temperatura óptima para el cannabis: por qué es importante y cómo debe gestionarse

Temperatura óptima para el cannabis: por qué es importante y cómo debe gestionarse | Justbob

Desde la germinación hasta la floración, cada fase del ciclo vital del cannabis responde a intervalos térmicos específicos que determinan su equilibrio fisiológico y el rendimiento final

Cuando se habla de cannabis, ya sea para profundizar en el conocimiento de sus características botánicas o para comprender mejor las prácticas de cultivo (donde lo permite la ley), un factor que a menudo se subestima pero que es de vital importancia es la temperatura ambiente.

Al igual que los seres humanos necesitamos condiciones climáticas específicas para sentirnos cómodos y funcionar al máximo, la planta de cannabis también tiene sus preferencias, que varían en función de la genética y la fase de desarrollo. Un control preciso de la temperatura no es solo un detalle técnico para expertos, sino un elemento fundamental que puede influir significativamente en el desarrollo de la planta, su salud general, la prevención de patógenos y, por último, pero no por ello menos importante, las características cualitativas del producto final.

En este artículo de Justbob, exploraremos en detalle por qué la temperatura es tan importante y cómo se puede controlar, teniendo siempre en cuenta que la información sobre el cultivo se proporciona con fines puramente informativos y se refiere a contextos en los que dicha práctica está permitida por la ley.

Para quienes, por el contrario, estáis interesados en el cannabis light y sus derivados, como el hachís de CBD, disponible para uso técnico, coleccionismo o aromaterapia, comprender la importancia de la temperatura puede ayudaros a apreciar mejor la calidad de los productos y a conservarlos de forma óptima, preservando esas características tan buscadas por los aficionados.

Plantas de cannabis cultivadas en invernadero | Justbob

Estabilidad térmica: por qué los cambios bruscos son el enemigo número uno

Imagina pasar continuamente de una sauna helada a un baño turco ardiente: estresante, ¿verdad?

Las plantas de cannabis experimentan algo similar cuando se exponen a fuertes y repentinas fluctuaciones de temperatura.

Estos choques térmicos pueden comprometer seriamente su metabolismo, ralentizando el crecimiento, inhibiendo la absorción de nutrientes y, en el peor de los casos, provocando daños permanentes o incluso la muerte de la planta.

Mantener una temperatura lo más constante posible, o con variaciones graduales y controladas entre el día y la noche (simulando lo que ocurre en la naturaleza), es por lo tanto un mantra para cualquiera que desee profundizar en las técnicas de cultivo.

Una temperatura estable ayuda a la planta a realizar de manera eficiente procesos vitales como la fotosíntesis y la respiración celular. Incluso pequeñas variaciones, si son demasiado bruscas, pueden estresar a la planta, haciéndola más vulnerable a enfermedades y parásitos.

La constante temperatura es, por lo tanto, sinónimo de un entorno de crecimiento predecible y menos estresante, que permite a la planta dedicar toda su energía al desarrollo en lugar de a la simple supervivencia.

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Temperaturas específicas para cada fase: un viaje térmico desde la siembra hasta la maduración

El ciclo vital del cannabis es un proceso fascinante, dividido en diferentes fases, cada una con sus propias necesidades térmicas. Comprender estas necesidades es fundamental para quienes estudian la botánica de esta planta o para quienes trabajan en países donde su cultivo está permitido.

  • Germinación: en esta fase tan delicada, las semillas necesitan un ambiente cálido y húmedo para «despertar» y activar los procesos vitales. Las temperaturas ideales suelen oscilar entre los 20 °C y los 25 °C. Algunas fuentes indican un rango óptimo incluso ligeramente superior, hasta 28 °C, pero es fundamental evitar el sobrecalentamiento, que podría «cocinar» la semilla o favorecer la aparición de patógenos. La humedad relativa debe ser alta, en torno al 70-90 %.
  • Plántulas/clones: una vez que han brotado las primeras hojitas (cotiledones) y las primeras hojas verdaderas, o en el caso de los clones recién enraizados, las plantas jóvenes son aún muy frágiles. Les gustan las temperaturas diurnas entre 20 °C y 25 °C (algunos sugieren hasta 28 °C si la humedad está bien controlada). Es beneficiosa una ligera disminución nocturna, pero sin bajar de los 18-20 °C para no estresar las raíces jóvenes. La humedad elevada (60-70 %) sigue siendo importante en esta fase para evitar una transpiración excesiva.
  • Fase vegetativa: durante este periodo de crecimiento vigoroso, en el que la planta desarrolla hojas, tallos y un aparato radicular robusto, las temperaturas diurnas pueden mantenerse entre 22 °C y 28 °C. Por la noche, es beneficioso reducir la temperatura a unos 18-22 °C; esta diferencia de temperatura entre el día y la noche (DIF) favorece un crecimiento compacto. Es importante destacar que bajar de 14-15 °C o superar constantemente los 29-30 °C puede bloquear o ralentizar significativamente el desarrollo de la planta.
  • Fase de floración: con el inicio de la floración, inducida por el cambio del fotoperíodo, las necesidades térmicas cambian. Las temperaturas diurnas deben ser ligeramente más frescas, normalmente entre 20 °C y 26 °C. Por la noche, se puede bajar aún más, idealmente entre 16 °C y 20 °C. En las últimas semanas de floración, muchos cultivadores experimentados bajan aún más las temperaturas (por ejemplo, 18-20 °C por la noche y 20-23 °C durante el día) para estimular la producción de resina, la compacidad de las flores y, en algunas genéticas, la expresión de pigmentos de color como los antocianos, que pueden dar matices violáceos o rojizos.

Siempre es bueno recordar que estas son indicaciones generales y pueden variar ligeramente en función de la genética específica de la planta (índica, sativa, híbrida) y de las condiciones ambientales generales, como la humedad y la ventilación.

Cuando el termómetro sube demasiado: riesgos y consecuencias del calor excesivo

Un ambiente excesivamente cálido, especialmente si se prolonga en el tiempo, puede convertirse en una verdadera pesadilla para las plantas de cannabis. Las temperaturas constantemente superiores a los 28-30 °C pueden desencadenar una serie de problemas.

En primer lugar, el metabolismo de la planta se acelera de forma antinatural, lo que la lleva a transpirar más rápidamente y a consumir agua y nutrientes a un ritmo frenético. Si estos recursos no están disponibles de inmediato o si las raíces no pueden absorberlos con la suficiente rapidez, el crecimiento puede ralentizarse o incluso detenerse.

Otro riesgo real es el estrés por calor, que se manifiesta con hojas rizadas hacia arriba (para reducir la exposición a la luz y al calor), bordes quemados, amarilleamiento y un aspecto general de sufrimiento.

Pero el daño más insidioso, sobre todo en la fase de floración, es la pérdida de terpenos. Estas valiosas moléculas volátiles, responsables del aroma y el sabor característico de cada variedad, son termolábiles y comienzan a degradarse rápidamente con el calor excesivo, empobreciendo drásticamente la calidad organoléptica del producto final.

Además, las altas temperaturas pueden reducir la potencia de los cannabinoides y, en condiciones de mala ventilación, favorecer el desarrollo de mohos y hongos, como el oídio, o de parásitos como la temida araña roja, que prospera en ambientes cálidos y secos.

También es fundamental controlar la temperatura de la zona radicular, que no debe superar los 24-25 °C para evitar daños en las raíces y problemas de absorción.

Escalofríos: el impacto negativo de las bajas temperaturas y cómo defenderse

Si el calor excesivo es perjudicial, el frío tampoco es ninguna broma y puede comprometer seriamente la salud y la productividad del cannabis. Las temperaturas que se mantienen por debajo de los 15-18 °C pueden tener efectos nocivos.

El primero y más evidente es una drástica ralentización del metabolismo y, en consecuencia, del crecimiento. Las plantas pueden parecer débiles, con hojas que adquieren colores anómalos, tendentes al púrpura o al azulado (aunque, como ya se ha dicho, en algunas genéticas esto es normal hacia el final de la floración si se induce gradualmente y no por choque).

Por debajo de los 10-12 °C, la situación se vuelve crítica: la fotosíntesis se reduce drásticamente y la absorción de algunos nutrientes, en particular el fósforo, puede bloquearse, lo que provoca carencias nutricionales visibles incluso si el suelo es fértil.

El frío intenso y prolongado puede provocar choques térmicos y daños celulares irreversibles, hasta la muerte de la planta, especialmente si las temperaturas bajan cerca de cero o por debajo de cero. Además, las bajas temperaturas, especialmente si se combinan con una elevada humedad y una ventilación deficiente, crean un entorno propicio para el desarrollo de mohos nocivos como el botrytis (moho gris), que puede arruinar irremediablemente las flores.

La temperatura del sustrato también es importante: las raíces frías son raíces ineficaces. Para quienes estudian estas dinámicas o trabajan en entornos legales, es fundamental prevenir estas situaciones, por ejemplo, utilizando sistemas de calefacción controlada para el sustrato o el entorno de cultivo.

Semillas de cannabis | Justbob

Control de la temperatura: herramientas y técnicas para un entorno ideal (interior y exterior)

Mantener la temperatura óptima, especialmente en cultivos de interior, requiere atención, las herramientas adecuadas y una buena planificación.

Un termómetro-higrómetro digital con sonda externa y memoria mín./máx. es el primer aliado para controlar constantemente los valores de temperatura y humedad relativa. Para gestionar el exceso de calor, la ventilación es absolutamente crucial: extractores de aire dimensionados correctamente para el volumen del ambiente expulsan el aire caliente y viciado (que tiende a subir), mientras que los ventiladores internos aseguran una buena circulación del aire, evitando el estancamiento y uniformizando la temperatura.

Si utilizas lámparas que generan mucho calor (como las HPS/MH), los cooltubes o los reflectores refrigerados por aire pueden marcar una gran diferencia, alejando el calor directamente de la fuente de luz.

El cambio a luces LED de buena calidad, que emiten mucho menos calor, es otra solución eficaz y cada vez más popular. En casos de calor extremo o en ambientes poco aislados, puede ser necesario un aire acondicionado portátil o fijo.

Para elevar la temperatura, se pueden utilizar mantas calefactoras debajo de las macetas (especialmente útiles para la germinación y las primeras etapas de los plantones), cables calefactores para el sustrato o pequeños calefactores ambientales de cerámica o aceite, siempre equipados con termostato para evitar el sobrecalentamiento y el desperdicio de energía.

Programar el encendido de las luces durante las horas más frescas del día (por ejemplo, por la noche en verano) es otra estrategia inteligente para contener el calor. Al aire libre, el control es más limitado, pero se pueden tomar medidas como elegir lugares soleados pero protegidos del viento frío, utilizar mantillo para aislar las raíces o emplear pequeños invernaderos, túneles o lonas de tela no tejida para proteger las plantas durante las noches más frías o las olas de frío repentinas.

La comprensión del concepto de VPD (déficit de presión de vapor), que relaciona la temperatura y la humedad, puede ayudar aún más a optimizar el entorno para una transpiración ideal.

Huella de la temperatura en la calidad: terpenos, cannabinoides y el producto final

La temperatura no solo influye en el crecimiento cuantitativo y la salud general de la planta, sino que también desempeña un papel determinante en la calidad química y organoléptica del producto final del cannabis, un aspecto de gran interés para la investigación científica y para los usuarios en los mercados legales.

Como ya se ha mencionado, los terpenos, compuestos volátiles responsables del complejo perfil aromático y del sabor de cada variedad, así como moduladores de los efectos de los cannabinoides (el llamado «efecto séquito»), son especialmente sensibles a las condiciones térmicas. Las temperaturas demasiado altas, especialmente durante la delicada fase de floración y maduración, pueden provocar su volatilización y degradación, lo que da lugar a un producto final menos fragante, menos sabroso y con un perfil de efectos potencialmente alterado.

Por el contrario, temperaturas ligeramente más frescas y controladas hacia el final de la floración pueden, en algunas variedades, favorecer la conservación e incluso la expresión de ciertos terpenos, además de promover una mayor producción de resina, visible como una copiosa cobertura de tricomas glandulares.

La síntesis y la estabilidad de los cannabinoides, como el THC (tetrahidrocannabinol) y el CBD (cannabidiol), también pueden verse afectadas por la temperatura. Aunque la genética de la planta es el factor principal que determina el potencial quimiotipo, las condiciones de estrés térmico (tanto el calor como el frío excesivo y prolongado) pueden interferir en las vías bioquímicas de la planta, alterando potencialmente los niveles finales de estos importantes compuestos.

Para quienes se acercan al mundo del cáñamo legal, ya sea para aromaterapia o para coleccionar diferentes variedades de cogollos de CBD, es útil saber que un perfil terpenoide rico y una buena concentración de los cannabinoides deseados (dentro de los límites legales, con un THC inferior a los límites permitidos) son a menudo el resultado de un cultivo (cuando está permitido y se realiza de forma profesional) atento a cada detalle, incluido un control meticuloso de la temperatura.

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La temperatura como clave para comprender el cannabis

La temperatura es mucho más que un simple número en una pantalla: es un factor ambiental crítico que molda profundamente la vida de la planta de cannabis, desde la germinación de la semilla hasta la maduración de las flores e incluso en la fase posterior a la cosecha de secado y curado.

Comprender y, cuando sea posible y legal, gestionar con cuidado este parámetro permite optimizar los procesos vitales de la planta, prevenir el estrés, las enfermedades y los ataques de parásitos, e influir positivamente en la calidad del producto final, tanto en términos de rendimiento cuantitativo como, sobre todo, de perfil químico y organoléptico.

Es fundamental reiterar que la información sobre el cultivo se proporciona con fines meramente informativos y se refiere a prácticas legales solo en determinados contextos geográficos y normativos.

Para los aficionados al mundo del cannabis, incluidos aquellos que aprecian los productos derivados de la marihuana sin THC para los usos permitidos, conocer la importancia de la temperatura puede enriquecer la experiencia, permitiéndoles apreciar más aquellos productos que son el resultado de una cadena de producción cuidadosa y respetuosa con las necesidades de la planta, y conservados de manera que se preserven al máximo sus delicadas cualidades.

Temperatura óptima para el cannabis: takeaways

  • Las fluctuaciones bruscas de temperatura son altamente perjudiciales para el metabolismo del cannabis, ya que ralentizan su desarrollo y lo vuelven más susceptible a enfermedades y plagas. Mantener un entorno térmico constante, con variaciones suaves entre el día y la noche, favorece funciones vitales como la fotosíntesis y la respiración, y permite que la planta invierta su energía en crecer, no en defenderse del estrés ambiental.
  • Desde la germinación hasta la floración, el cannabis necesita temperaturas adaptadas a su estado de desarrollo. Las semillas y plántulas prefieren un entorno cálido y húmedo, mientras que las plantas adultas requieren ajustes más finos, con diferencias controladas entre el día y la noche. Durante la floración, reducir ligeramente la temperatura puede potenciar la producción de resina, la densidad de las flores y el desarrollo de aromas, especialmente en ciertas genéticas.
  • Terpenos y cannabinoides, responsables del aroma, sabor y efecto del cannabis, son sensibles al calor excesivo. Temperaturas altas prolongadas pueden degradar estos compuestos volátiles, empobreciendo el perfil organoléptico y reduciendo la potencia. Un control térmico adecuado durante todo el cultivo —y especialmente al final— no solo mejora el rendimiento, sino que garantiza un producto más aromático, sabroso y químicamente equilibrado.

Temperatura óptima para el cannabis: FAQ

¿Cuál es la temperatura ideal para cultivar cannabis en cada fase de crecimiento?

Durante la germinación, la temperatura ideal oscila entre 20 °C y 25 °C, con una humedad alta. Para plántulas y clones, lo óptimo es mantener entre 20 °C y 25 °C durante el día y no menos de 18 °C por la noche. En la fase vegetativa, las temperaturas ideales son de 22 °C a 28 °C en el día y 18 °C a 22 °C en la noche. Durante la floración, se recomienda de 20 °C a 26 °C en el día y de 16 °C a 20 °C en la noche, pudiendo bajarse más en las últimas semanas para mejorar la calidad del producto.

¿Qué efectos tienen las temperaturas excesivamente altas o bajas en las plantas de cannabis?

Las temperaturas superiores a 28-30 °C pueden acelerar el metabolismo, causar estrés térmico, pérdida de terpenos y reducir la potencia de los cannabinoides. Las temperaturas inferiores a 15 °C ralentizan el crecimiento, pueden bloquear la absorción de nutrientes y aumentar el riesgo de moho. Tanto el calor como el frío extremos pueden dañar o matar la planta si se prolongan.

¿Cómo se puede controlar la temperatura en un cultivo de cannabis?

El control de la temperatura en interiores se logra mediante termómetros digitales, ventilación adecuada, reflectores refrigerados, luces LED, aire acondicionado y mantas térmicas. En exteriores, se pueden usar invernaderos, túneles o materiales aislantes. También es importante gestionar la temperatura del sustrato y comprender el déficit de presión de vapor (VPD) para optimizar el entorno.